La Escuela de Hostelería de Guayente se encuentra casi escondida, en un pueblecito bucólico del Pirineo aragonés, consciente de su amplia y particular historia. Es la primera que se creó en Aragón, algunos piensan que fue una utopía hecha realidad. En sus cocinas se modelan a fuego lento recetas y actitudes, se trazan itinerarios vitales y se alcanzan altos niveles profesionalidad. “Para nosotros -explica su equipo directivo- es un orgullo vincular Guayente al nombre de Altamiras y su obra, porque se trata de un referente imprescindible, en cuyo recetario, a parte de las joyas gastronómicas que nos presenta, laten constantemente tres palabras claves: pulcritud, humildad y sostenibilidad, que creemos constituyen su universalidad y la base de nuestro aprendizaje”.