LA CERÁMICA DURANTE EL SIGLO XVII Y XVIII. Durante el siglo XVII y XVIII, se produjeron a nivel nacional e internacional, una serie de procesos de cambio en doctrinas que anteriormente se veían simplemente como oficios y obligaciones, dando paso a convertirlas en especializaciones y nuevas artes, como la cocina o la cerámica moderna, que introdujo nuevas maneras de crear atractivos, piezas, usos y entre ambas doctrinas concretamente, ir de la mano en la nueva cocina, junto con piezas novedosas.

Juan Altamiras, posiblemente pudo haber visto estas nuevas tendencias en lugares de importante influencia, como Zaragoza , sin embargo, era muy común el hecho de que las piezas de cerámica, tanto en el ámbito civil como religioso y más aun de índole humilde, se reciclasen y se conservasen, reutilizando piezas de siglos anteriores.

La enorme producción que se produjo en este periodo, hizo que influyesen en las cocinas, infinidad de nuevas piezas, decoraciones, morfologías y tipologías, gracias a nuevos productos venidos de las indias, como el chocolate, que requirieron de piezas propias para su servicio.

Los centros productores Zaragozanos como Muel, Villafeliche, Morata de Jalón, tienen su apogeo cerámico en estos dos siglos, dejando como exponente para su posteridad, los ejemplos más significativos de sus creadores.

Nuestro monje almuniense, fue un sabio conocedor de la antigua manera de cocinar frente a las nuevas tendencias europeas que estaban borrando la memoria culinaria de los siglos anteriores y con su recopilación de recetas, supo guardar para la posteridad, las maneras y costumbres de nuestros sabores ancestrales.

 Todo esto, de la mano de la cerámica, la inseparable compañera culinaria, que ha seguido y seguirá siendo el lienzo donde los cocineros de todo el mundo, han pintado sus gustosas obras para nuestros paladares y gracias a Juan Altamiras, sus recetas seguirán vivas por siempre.