UN PASEO GASTRONÓMICO POR EL MUSEO DE ZARAGOZA. HOMENAJE A LA COCINA DE ALTAMIRAS.

Una visita distendida pero atenta a un museo permite apreciar detalles que normalmente pasan desapercibidos, y establecer relaciones poco evidentes e incluso insospechadas entre los objetos expuestos. En nuestro caso, la visita vino motivada por la celebración del I Ágora Juan Altamiras, por lo que su enfoque no podía ser otro que los alimentos, la gastronomía y todo lo que tiene que ver con el acto de comer. El recorrido se organizó en diez paradas con otras tantas obras o grupos de obras de la colección permanente del Museo de Zaragoza desde época romana hasta comienzos del siglo XIX, todo ello aderezado (maridado) con una propuesta de “menú degustación” de platos sacados del recetario Nuevo arte de cocina de este fraile y cocinero almuniense del siglo XVIII. 

La visita comenzó con el calendario agrícola (mensario) procedente de Villa Fortunatus (Fraga), y ahí se explicó la relación entre los meses del año, las labores agrícolas y otras (la caza, la pesca), las materias primas y los alimentos, así como la dieta de carnes que consumían los romanos. La siguiente parada fue la recreación de un triclinio romano, estancia propia de viviendas de familias pudientes destinada a comidas formales o especiales que respondía a una organización jerárquica; allí explicamos el origen, la estructura y decoración de estos comedores, así como el régimen de comidas de los romanos, en función de su condición social. La parte correspondiente a Roma terminó con la explicación del menaje culinario, sus diferentes usos para la preparación, cocinado, conservación y servicio de los alimentos, y la singularidad de la “vajilla triclinar” de terra sigilata.

Ya en la primera planta del Museo, nos trasladamos a la Edad Moderna, y en concreto a una vitrina donde se muestran diferentes recipientes de servicio de mesa de uso individual  (escudillas y cuencos), de la denominada “serie rica” procedentes de Muel. Uno de esos recipientes, un cuenco, aparece en la pintura Nacimiento de san Juan Bautista (ha. 1574-1585) del pintor zaragozano Jerónimo Vallejo Cosida, sostenido por la “partera” que sirve a Isabel, que acaba de dar a luz, el llamado “brodo de parida”, un caldo muy concentrado de gallina gorda que se administraba como reconstituyente en la primera semana del puerperio.

Escudillas en el Museo de Zaragoza.

Del siglo XVII se eligió un cobre flamenco que representa a Jesús en casa del Simón el fariseo, escena religiosa con muchos detalles laicos relativos al menaje y a los platos que se servían en Flandes en comidas especiales, lo que produce una buscada impresión de riqueza y opulencia muy presente en la pintura flamenca. Opulencia que también se muestra en el detalle del plicatur o plegado del mantel, todo un arte ornamental de vestir la mesa que se aplicaba a los textiles (manteles y servilletas) y alcanzó un alto grado de sofisticación y complejidad en algunos países europeos pero también en el contexto de los conventos femeninos hispanoamericanos, por ejemplo.

Del siglo XVIII, las obras elegidas fueron dos medios puntos (bocetos acabados) de Corrado Giaquinto para la cúpula de la Catedral de Cesena (Italia), donde aparecen alimentos que históricamente han adquirido un simbolismo religioso especial vinculado a un significado eucarístico, pero también a las ofrendas y los sacrificios y a los conceptos del agnus dei y el “Buen Pastor”: el pan, el vino, el cordero, el carnero…

Goya no podía faltar en esta visita, y la pieza elegida fue un grabado de la serie de los Desastres titulado Gracias a la almorta, que dio pie a explicar las propiedades de esta leguminosa con la que se fabrica harina que calmaba el hambre pero cuyo consumo prolongado producía efectos nocivos que afectaban al sistema nervioso de quienes la consumían. Goya, con el personaje siniestro que la administra a los menesterosos en las calles de Madrid, representa perfectamente las dos caras de la almorta.

La penúltima parada tuvo lugar en el lienzo El pan nuestro de cada día (1915) del artista gijonés Ventura Álvarez Lasala, una escena costumbrista que nos muestra a un grupo de pescadores que han hecho un alto en la faena y se disponen a comer, no sin antes bendecir los alimentos. En el cuadro aparecen ollas, una cocina portátil, cucharas de madera, una vasija de vino, el pan de hogaza y un guiso o sopa (de pescado). Una pintura de aparente tema profano pero con un evidente sentido religioso.

Y finalizamos la visita con el lienzo Carta de hijo ausente (1887) del pintor soriano Maximino Peña, otra escena costumbrista y de gran carga emocional que nos muestra una familia (trabajadores del campo) reunida ante el hogar, el fuego, la cocina, que se convierten en el verdadero corazón de la casa. Sobre la chimenea se disponen diversos utensilios para cocinar, y en torno a ella gira la vida familiar. Una vida sencilla y humilde, que sirve también como homenaje a la cocina de Juan Altamiras.